Metas de Busquemos la ciudad por venir

REIMAGINAR juntos el ministerio y la presencia de la Iglesia Católica en la ciudad de Baltimore y sus alrededores.

Desde finales del siglo XVIII, la Arquidiócesis ha estado firmemente arraigada en la ciudad de Baltimore. Si bien mucho ha cambiado desde que se estableció la Diócesis de Baltimore como Primera Sede de Estados Unidos en 1789, nuestra misión permanece inquebrantable. Como discípulos de Jesús, estamos llamados a compartir la Buena Nueva de que, a través de su Espíritu, Jesús vive en los que creen y llega a nuestro mundo con su mensaje salvador y su amor sanador.

Mirando las inmensas necesidades físicas, psicológicas y espirituales que nos rodean, nos abrumamos fácilmente y estamos tentados a pensar que las necesidades nos sobrepasan. Parece una montaña que no podemos escalar. La tentación para nosotros es refugiarnos en un espacio seguro creado por nosotros mismos; hacernos un entorno donde nos sintamos cómodos en medio de la agitación.

Como Iglesia, no podemos aislarnos de las realidades que enfrentamos hoy, sino que debemos encontrar formas de ver por las necesidades de nuestro prójimo en nuestras comunidades.

Somos la Iglesia en Baltimore y Busquemos la ciudad por venir nos permitirá reinventar nuestra presencia y ministerio de maneras nuevas, creativas y más efectivas.

REAFIRMAR, fortalecer y adaptar el ministerio pastoral, la evangelización y la proyección hacia la comunidad en Baltimore de cara al siglo XXI, siguiendo las orientaciones de la carta “Una Luz Visible y Resplandeciente”, del Arzobispo Lori.

La luz de Cristo continúa brillando intensamente en cada uno de nosotros y en nuestras familias, y su luz encuentra su lugar primordial en nuestras parroquias. El Papa Francisco se refiere a la parroquia como “una familia de familias” y nos enseña que, cuanto más fuertes y vibrantes sean nuestras familias católicas, más fuertes y vibrantes serán nuestras parroquias y nuestra llegada a la comunidad. Por lo tanto, debemos nutrir y compartir esta luz que se nos ha dado. Con demasiada frecuencia, la tarea de la evangelización se deja en manos de los llamados expertos, pero la auténtica renovación de nuestras parroquias exige el compromiso de todos los laicos.

En 2012, basándose en la teología del Concilio Vaticano II, el Papa Benedicto XVI hizo una declaración extraordinaria: “La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad, especialmente en lo que respecta al papel de los laicos en la Iglesia. No deben ser considerados como ‘colaboradores’ del clero, sino, más bien, como personas realmente ‘corresponsables’ del ser y del actuar de la Iglesia.” (1)

Solo cuando trabajamos juntos como iglesia local, la misión de evangelización tiene verdadero éxito. A medida que avanzamos en este proceso, debemos evaluar, reafirmar, fortalecer y adaptar nuestro ministerio pastoral, nuestra labor evangelizadora, y nuestra proyección a la comunidad, para satisfacer mejor las necesidades que encontramos hoy y las que enfrentaremos en el futuro.

(1) Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI al Foro Internacional de Acción Católica

REALINEAR de manera eficaz los recursos disponibles y las necesidades pastorales, espirituales y de evangelización actuales y futuras.

Muchas de nuestras parroquias destinan porciones cada vez mayores de sus recursos al mantenimiento de sus instalaciones. La consecuencia imprevista es que, así, pareciera que las instalaciones estuvieran tomando por nosotros las decisiones sobre cómo usamos nuestros recursos, porque acabamos con menos medios para las necesidades pastorales. Atender las necesidades de nuestras congregaciones puede, hoy, requerir más o menos espacio que el que necesitábamos ayer, o unas instalaciones distintas. Las nuevas formas de ministerio que hagan falta en el futuro pueden requerir estructuras novedosas y maneras de colaboración que antes no habíamos tenido.

En última instancia, debemos asegurarnos de que nuestros espacios e instalaciones sirvan efectivamente al ministerio pastoral y la evangelización, en lugar de quitarle recursos.

CONECTARNOS de nuevo y atender las necesidades pastorales y de evangelización de nuestras comunidades históricas y de grupos generacionales diversos.

La Arquidiócesis de Baltimore tiene una rica historia de expresiones culturales diversas de la fe católica. Al mismo tiempo, sabemos que no todas han experimentado la misma acogida, de hecho, lamentablemente algunas fueron marginadas y sufrieron exclusión incluso de la misma Iglesia que aman.

Si verdaderamente esperamos evangelizar, es decir, extender el mensaje del Evangelio a cada persona dentro de nuestras parroquias, entonces debemos purificar nuestras comunidades de todo vestigio de racismo. Debemos hacerlo no porque esté de moda o porque haya disturbios en nuestras calles, sino porque Jesucristo ha revelado la dignidad inviolable de cada persona y nos llama a promover el bien común tanto en nuestra Iglesia y en la sociedad en general.

Necesitamos prestar mucha atención a los jóvenes que todavía frecuentan nuestras parroquias. Como dijo el Papa Francisco, “Una Iglesia a la defensiva, que pierde la humildad, que deja de escuchar, que no permite que la cuestionen, pierde la juventud y se convierte en un museo.” (2). Necesitamos construir lazos de confianza y ofrecer oportunidades de formación en la fe, acompañadas de oportunidades para servir a los pobres y vulnerables. También necesitamos equipar a los jóvenes adultos para que den testimonio a otros jóvenes de Cristo, “poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 24) y de la verdad y bondad de la fe.

(2) Papa Francisco, Christus Vivit, No. 41

REVITALIZAR y ser administradores responsables de los recursos de los feligreses para apoyar a nuestras comunidades para que sean acogedoras y orantes, que se caractericen por las virtudes de la fe, la esperanza y el amor.

Los obispos de EE. UU. en su carta pastoral La Corresponsabilidad: Respuesta de los Discípulos, nos recuerdan que ser “un discípulo de Jesucristo conduce naturalmente a la práctica de la corresponsabilidad”. Como buenos administradores, estamos llamados no solo a recibir los dones que Dios nos da generosamente, sino también a cultivarlos y compartirlos en justicia con los necesitados. La iniciativa Busquemos la ciudad por venir nos invita a ser buenos administradores de nuestros recursos arquidiocesanos, y así como estamos llamados a usar de manera responsable los dones que se nos han dado personalmente, tenemos también una responsabilidad similar de administrar adecuadamente nuestros recursos comunes.

Hoy, aquí, es el momento de que cumplamos el mandato del Señor de difundir el Evangelio de la manera más amplia y profunda posible. Si bien hablamos correctamente del Reino de Dios como “ya” inaugurado pero “todavía no” cumplido, en ninguna parte la Tradición de la Iglesia habla de un “¡no ahora!” Más bien, “Este es el momento favorable, éste es el día de la salvación» (2 Cor 6, 2).

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