Comentario de Arzobispo Edwin O’Brien sobre la Inmigracion

Renovando la Fe,  Buscando la Justicia

Semana Nacional de Migración
Enero 4-10, 2009
Tomado del Periódico “El Sun” del 5 de Enero de 2009
Arzobispo Edwin F. O’Brien.

Si la elección presidencial tuviera un manual sobre las políticas americanas  y los desafíos de las políticas nacionales e internacionales del todavía nuevo milenio, este falló para dar instrucción en uno de los problemas  más significativos de la nación: ¿Qué hacemos sobre aproximadamente  12 millones de personas que están ilegalmente en este país?

Tanto el presidente electo –Barack Obama y el Senador John McCain apoyaron la legislación de la reforma  que incluía un camino para la residencia permanente de los inmigrantes indocumentados, un programa de trabajador  temporal para admitir a futuros inmigrantes, una aplicación mas fuerte de la ley en la frontera, y en los lugares de trabajo.

Aún así,  este tema no fue discutido en ninguno de los tres debates presidenciales,  y solo en algunas ocasiones  en otros foros. 

No está claro si este tema será una de las prioridades de la nueva administración.  Debería estar cerca de las primeras, al menos para proveer alguna resolución justa  al debate público que es peligrosamente corrosivo y solamente empeorará si no hay alguna acción. 

¿Por qué, se estará preguntando usted, un Arzobispo Católico está  preocupándose con el tema de la inmigración?

Es simple.  Entre mis principales preocupaciones como pastor de la Arquidiócesis de Baltimore son la dignidad de la persona humana  y el bienestar de las familias.  Estas preocupaciones están íntimamente relacionadas  con la inmigración –legal o no- y por lo tanto necesariamente exigen  mi atención.

Más parroquialmente, es también un tema que ha impactado a la gente  a quien he sido llamado para servir.

Se conoce desafortunadamente que la frustración sobre la inmigración se ha tornado acalorada, e inclusive sin caridad, en alguna de nuestras iglesias.  Mientras tanto, cierto  número de los 45 inmigrantes indocumentados arrestados en la redada de Junio en Annapolis,  eran miembros de nuestras parroquias.

Estas experiencias son un microcosmo  del ambiente nacional en cuanto a la inmigración  y son pruebas claras e irresistibles para que una reforma justa e integral  de nuestro sistema de inmigración no pueda ser retrasada. 

Nuestra Conferencia Nacional de Obispos ha respaldado el camino-para-la residencia permanente  y seguridad fronteriza que era el sello de la legislación del 2006 apoyada por el Presidente George W. Bush y aprobada por el Senado de los Estados Unidos, pero  que al final murió por falta de acción de la Cámara de Representantes.

Este modelo recibió – y sigue recogiendo – el apoyo de los obispos porque esto asegura en el área de inmigración el marco básico por el  cual todas las leyes deberían funcionar:  Esto sirve al bien común.

Más expresamente, esto promueve la dignidad humana ofreciendo a inmigrantes indocumentados elegibles una posibilidad para salir de la obscuridad  y participar de lleno  en la sociedad obteniendo la residencia permanente,  si ellos cumplen con  criterios razonables.

Esto también protege familias inmigrantes permitiendo  a muchos, si no  a la mayoría de ellos, a permanecer juntos. En este punto mis hermanos obispos y yo permanecemos inequívocos: la familia es la unidad primaria de la sociedad y, por lo tanto,  se debe dar prioridad a los asuntos de inmigración para la reunificación familiar.

Finalmente, la propuesta  promueve el bienestar social y el desarrollo porque esto estabiliza la situación  de millones de trabajadores indocumentados, y por lo tanto reduce la explotación, y protege la seguridad nacional  al establecer leyes que hagan fronteras más fuertes y cumplimiento de las leyes laborales en el  lugar de trabajo.

Esto no es sólo de los obispos, sino también  de quiénes respaldan un paquete de reforma integral.

Una encuesta nacional reciente conducida por la empresa  Zogby encontró que el 69 por ciento de los Católicos apoya un camino a la residencia permanente para inmigrantes indocumentados que se registren con el gobierno.

Por supuesto, todo esto significa muy poco, al menos que nuestros oficiales decidan darle prioridad a una reforma de inmigración integral.

Algunos de nuestros miembros del Congreso de Maryland parecen tímidos en apoyar esta propuesta.  En una encuesta a los candidatos conducida en el otoño por la Conferencia Católica  de Maryland, solamente dos de los dieciséis  candidatos al congreso  estatal (y uno de los ocho ganadores, indicaron su apoyo por un modelo del camino a la residencia permanente.

Sin embargo, el tiempo ha llegado para afrontar este asunto.  Obviamente, la economía esta por encima de todos los problemas.

Pero 12 millones de individuos – madres y padres, hijas e hijos, individuos en cuyo trabajo confiamos   – permanecen en una situación precaria, y nuestras disertaciones públicas, acerca de ellos y sus destinos, es, a veces  muy venenoso.

Una reforma de inmigración justa e integral puede no haber sido una característica en la campaña electoral, pero yo rezo para que le sea dada una consideración total por nuestro presidente electo y el próximo Congreso.